24 de noviembre, 2020
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Rafael Mantecón Pascual, consultor ambiental y gran experto en agua residuales y contaminación, desde su posición en el Área Metropolitana de Barcelona o en la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), nos ha dejado. Rafael Marín Galvín, jefe de Subárea de Control de Calidad de Emacsa y compañero de ´batalla´ de Rafael Mantecón, nos acerca a Tecnoaqua estas palabras de despedida. Nuestra editorial se suma a las condolencias hacia la familia y amigos.

Con enorme pesar, casi sin querer creerlo aunque era inevitable (tempus fugit), hemos recibido un golpe. Un golpe demoledor, duro, al mentón, al alma y a nuestro propio corazón. Nuestro entrañable Rafa, D. Rafael Mantecón Pascual, nos ha dejado, no ha podido luchar más ya, no ha dado más de sí. Y lo ha hecho sin tregua, sin pausa, sin descanso.

Desde lo más profundo de nuestro ánimo, cuando una persona tan sincera, tan cercana, tan empática, de una tan alta talla humana se va, nos queda un vacío. Y un vacío que siempre estará ahí, pase el tiempo que pase. Porque no es que sea difícil de llenar, es sencillamente imposible. Ha sido, ante todo, una buena persona, "buena gente" como se dice por Andalucía, tierra a la que ha querido mucho y que mucho lo ha querido a él.

Huelga hablar ahora del enorme profesional que ha sido, de cómo ha transmitido sus conocimientos, su experiencia, sus anhelos, su bienhacer, su bonhomía, sus acertados y siempre irónicos comentarios sobre lo divino y lo humano. Una frase impagable: "Los mitos, los ritos y los pitos" sobre la inspección de vertidos y las aguas residuales en general, a muchos de lo que lo hemos gozado como profesional y como amigo nos sonará. Y resumía en siete palabras una filosofía de trabajo e incluso de vida.

Socarrón irremediable, sarcástico impagable, agudo observador de la realidad en que estaba inmerso, evaluador sensato y sesudo de esta realidad que nos rodea, nos agota y muchas veces nos supera... y siempre estaba ahí, presente, cercano, casi etéreo, con una palabra de ánimo, con un guiño al quite (taurino indomable aunque no esté de moda) con una sonrisa medida, y si se terciaba, con un carajillo de coñac sabiamente degustado.

Y fumador impenitente. En cualquier reunión existía un resquicio para echar un cigarrillo, para soltar unas risas sobre cualquier tema irrelevante, o relevante, llegado el caso. Con Rafa, nunca se sabía. Políticamente incorrecto, a Dios gracias, pues de lo contrario no sería él.

Sirvan estas modestas palabras como merecido homenaje a alguien irrepetible con el que tuvimos la enorme suerte de cruzarnos en el camino.

Rafa, descansa en paz.

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