3 de octubre, 2022
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Coincidiendo con el Día Mundial del Control de la Calidad del Agua, el pasado 18 de septiembre, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) repasa el trabajo realizado sobre este tema. El control se viene efectuando desde el año 1962, por lo que en estos 60 años se han ido homogeneizado parámetros y frecuencias, sobre todo a partir de la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua en el año 2000. Además de las técnicas convencionales, este organismo de cuenca utiliza nuevas tecnologías, como la información satelital, para detectar presencia de contaminación en las aguas, o el DNA ambiental, para detectar especies invasoras.

El control de la calidad de las aguas es una de las funciones atribuidas a los organismos de cuenca en virtud del apartado e) del artículo 24.2 del texto refundido de la Ley de Aguas, que establece que deben definirse objetivos y programas de calidad, de acuerdo con la planificación hidrológica. El Plan Hidrológico de la demarcación hidrográfica del Júcar contiene las obligaciones de control mediante una serie de programas de seguimiento acordes con la Directiva 2000/60/CE o Directiva Marco del Agua remitiendo, para los criterios de seguimiento y evaluación del estado de las aguas superficiales y normas de calidad ambiental, al Real Decreto 817/2015, y, en cuanto a la protección de las aguas subterráneas contra la contaminación y el deterioro, al Real Decreto 1514/2009.

 

¿Cómo se ha llevado a cabo el control de la calidad de las aguas?

Desde 1962 el control general de la calidad de las aguas superficiales en España se venía realizando de modo sistemático a través de la denominada Red COCA (Control Oficial de la Calidad del Agua), que monitorizaba unos 40 parámetros como: temperatura, oxígeno disuelto, sólidos en suspensión, diversos aniones, metales pesados, etc.

En 1986, tras la entrada de España en la Unión Europea, se establecen nuevas obligaciones normativas para la calidad de las aguas. El seguimiento de la misma en los diferentes tipos de masas de agua como son los ríos, lagos, embalses y acuíferos, lo llevan a cabo las confederaciones hidrográficas, en las cuencas intercomunitarias, y las agencias del agua de las comunidades autónomas en las cuencas intracomunitarias, controlando los parámetros fisicoquímicos establecidos en la legislación vigente entonces, en relación con la calidad necesaria para los distintos usos, como son: consumo humano, riego, baño, albergar vida piscícola o cría de moluscos.

El 23 de octubre de 2000 se publica la Directiva 2000/60/CE o Directiva Marco del Agua (DMA), que marca un verdadero hito en la concepción de la planificación y gestión de las aguas, y por supuesto en las obligaciones relativas a su aspecto cualitativo, tanto para las aguas superficiales como para las subterráneas. En el caso de un río, con un enfoque ecosistémico, se abandona el concepto de tradicional de calidad de sus aguas, para abordarlo como un sistema integrado, formado, además de por el agua, por los elementos bióticos y abióticos que forman parte indivisible de ella, como la vegetación de ribera, la conectividad fluvial o las comunidades biológicas que viven en ella, conformando un ecosistema fluvial. Ya no importa tanto el uso al que va destinada el agua, sino que el río presente un buen estado ecológico y químico y, en caso de no tenerlo, hay que establecer y ejecutar un programa de medidas para alcanzarlo en un plazo razonable.

La Confederación Hidrográfica del Júcar ha estado realizando esta tarea de control de la calidad de las aguas de forma continua, a lo largo de los años, aunque lógicamente con supeditación a las disponibilidades presupuestarias. El ámbito territorial de la demarcación hidrográfica del Júcar comprende una extensa red fluvial de más de 46.000 km de cauces, lo que implica que las actuaciones hayan de realizarse bajo un prisma de racionalidad y priorización, actuando siempre primero en aquellas que lo requieren en función de su problemática.

 

¿Cómo se consiguió este cambio de enfoque?

La Directiva Marco del Agua estableció que había que conocer, en cada río, qué especies de peces, de macroinvertebrados o de algas, especies que fueran representativas y consideradas indicadoras de la calidad de las aguas, entre otras, estaban presentes en el ecosistema fluvial, para después, con esa información, entrar a valorar cuál era el estado ecológico del río (cinco niveles: muy bueno, bueno, moderado, deficiente o malo). Para ello, se combinan los indicadores anteriores, de tipo biológico, con otros de tipo hidromorfológico y químico, para definir el estado global de cada masa de agua. El reto era el siguiente: para 2027, todos los ríos deberán estar en estado bueno o muy bueno.

En el caso de los macroinvertebrados, son en su mayoría insectos de un tamaño inferior a los 5 milímetros. Las algas indicadoras son unicelulares, del tipo diatomeas. A cada especie, en función de sus requerimientos de calidad del agua para vivir, se le asigna un valor indicador, que se traslada como índice biótico. A mayor necesidad de calidad de agua, mayor valor del indicador correspondiente.

Todo esto supuso para las confederaciones hidrográficas una revolución técnica y metodológica, para la que se contó con los mejores especialistas de España. Muchos profesores universitarios, investigadores, científicos, que llevaban años trabajando en el campo de la ecología acuática y la limnología, pusieron al servicio de la administración, de modo totalmente altruista, sus conocimientos.

Se organizaron grupos de trabajo por indicadores biológicos: fitoplancton, fitobentos, macroinvertebrados, peces y macrófitos. Durante años trabajaron estrechamente los científicos y los gestores, para tratar de elaborar protocolos de trabajo, relativos tanto a la toma de muestras en campo como a los procedimientos analíticos e interpretación de resultados. El resultado final de todos estos trabajos fue la definición de los primeros protocolos de indicadores biológicos de España, que se presentaron en el Ministerio de Medio Ambiente el 10 de diciembre de 2005, y que han sido mejorados y completados durante estos últimos años gracias a la información de campo y laboratorio recopilada, así como al esfuerzo del personal investigador y técnico de los organismos de cuenca.

 

¿Hacia dónde nos dirigimos?

El seguimiento del estado ecológico y químico de las aguas está ya muy estandarizado. Sin embargo, se presentan nuevos retos de cara al futuro, entre ellos, el desarrollo y la puesta en marcha de nuevas herramientas, más rápidas y precisas, que puedan dar respuesta a los problemas de modo más eficaz.
Por citar dos ejemplos, la Confederación Hidrográfica del Júcar está empleando actualmente el DNA ambiental (material genético que los organismos arrojan al medio ambiente, presente en el agua) para determinar la presencia de especies invasoras en algunos de los embalses de la demarcación, como una técnica puntera en ecología acuática.

El otro ejemplo se encuentra en el uso de la información satelital, sobre la que se está trabajando como herramienta para la determinación precoz de problemas de contaminación en embalses y espacios naturales sensibles ligados al medio acuático, como la Albufera de Valencia.

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